Esta esclavitud también es llamada por el santo, “esclavitud de voluntad” o “de amor”, ya que libre y voluntariamente, sólo movida por el amor, hacemos ofrenda de todos nuestros bienes y de nosotros mismos a María, y por ella a Jesucristo 1 .
Por esta esclavitud a Cristo por María, no sólo ofrecemos nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestros bienes exteriores, sino incluso nuestras buenas obras, pasadas, presentes y futuras, con todo su valor satisfactorio y meritorio; con el fin de que Nuestra Madre del Cielo disponga de todo según su beneplácito 2, seguros de que por María, Madre del Verbo Encarnado, debemos ir a Él y de que Ella ha de formar grandes santos 3.
San Luis María quiere que los fieles que se consagran estén dispuestos a un trabajo constante y diario para vivir bien esta consagración,
que se convierte en escuela de espiritualidad que lleva a la santidad.
Los ejercicios de preparación, tal como fueron concebidos por el santo, tienen el propósito de vaciar el alma del espíritu del mundo y de sí mismo, de modo que, “a través de María, el alma pueda llenarse de Jesús”4.
Al final del Secreto de María, San Luis María compara la consagración con el árbol de la vida, que en su tiempo dará fruto, y este es el mismo Jesucristo. Por lo tanto, es una semilla lanzada a la tierra, que necesita tiempo y cuidado para crecer.
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1 Constituciones, 83
2 Tratado de la Verdadera devoción a María Santísima de San Luis María, 121-125.
3 Ibidem, 47.
4 Tratado de la Verdadera devoción a María Santísima de San Luis María, n. 227